martes, 17 de septiembre de 2013

África me mueve. (:

¿Qué ocurre cuando vuelves a casa? Tras 20 días de expedición, llegas al aeropuerto; estás ansioso de ver a la familia, pero no quieres verles si eso supone dejar de ver a tus compañeros de viaje, a los denominados 'rumberos', si supone dejar de comer comida militar en platos de aluminio,dejar de beber agua potabilizada o sin potabilizar. Si supone dejar de ver maravillosos amaneceres y atardeceres en playas mágicas (Alhucemas). Si verles supusiera dejar de curarse las ampollas (coserlas), dejar de hacer deporte con Pablo a las seis de la mañana, dejar de compartir esterilla para dormir un poco en las películas o dejar de oír la risa de los niños de lugares como la Fundación Paideia o Tattiwine. Aunque parezca increíble, echo en falta muchas cosas, como levantarnos a las seis, caminar por las dunas durante toda la tarde con apenas un litro de agua,el calor especial de Marruecos, el rollo piscineo en cuestión de segundos después de una marcha de 30km, el agua congelada de la playa o un río pero que era nuestra única duchita, los lefazos que daba la leche condensada por las mañanas o las películas de Mar a altas horas de la noche. Echo de menos que el denominado 'optimista' nos sirviera el cola-cao con una sonrisa cada mañana, los bocadillos de huevos fritos en el desierto, las deseadas Vitaminas C, las Glucos (glucoproteinas) o la Lizipa' (lizipaina) por las que la gente se mataba. Echo de menos la bebida más popular marroquí, EL HAWAI, dormir de máxima cuatro horas, perder la noción del tiempo y que nuestra única forma de medir el tiempo fuera por la cantidad de paradas que hacíamos, o el mero hecho de dormir en brazos de la gente que apreciábamos o en las eternas palizas que se dieron nuestros autobuseros (Joaquín). El tocar el barro de kasbahs o el sabor de los tés marroquíes. No quiero perder toda esa rutina que hace que el resto del año sea algo significante. Es cierto lo de cuenta la gente de que África es como un bicho: primero es un huevo o una idea latente; luego es el bichillo propiamente dicho, eso es el viaje; y cuando ya estás en casa es cuando todo va volviendo a la normalidad, vas reflexionando sobre el viaje, la gente, TODO. Es entonces cuando el bicho se envuelve en sí mismo, África te absorbe y envuelve; y en ese mismo momento en el que empiezas a cambiar, es cuando el bicho sale de su capullo y ya tiene alas para poder viajar por donde quiera, en este caso poder hacer mil y una cosas por un lugar en el que faltan muchas cosas más y la alegría se encuentra entre los escombros del drama.
Las 153 huellas que pisamos el desierto, que pisamos su arena virgen, fina y cálida, aquellos que pueden completar este ensayo con muchas más anécdotas llevamos desde aquí las mochilas llenas de ilusiones y las repartimos. Pero al volver al hogar y deshacer el macuto, no estaba carente de sonrisas y amor; sino todo lo contrario, estaba llena de recuerdos y vivencias. Recuerdos que aún hoy en día si cierro los ojos me saltan cual pirata un navío.
Por mucho que lo intentemos, ni las palabras ni las fotografías pueden describir todo o al menos una mínima parte de lo vivido en tierras africanas, si no eres de Rumbo al Sur sólo puedes imaginarlo, no sentirlo vivo como todos los expedicionarios.
 África no se cuenta, hay que sentirla; es única e inexplorada. Gracias una vez más a todo el apoyo y a Madrid Rumbo al Sur por una experiencia tan increíble que nos permite ser más de lo que somos por nacer donde hemos nacido.


Reflexión: "La esperanza del ser humano es el propio ser humano."
"El tercer mundo no es un mundo aparte, tiene voz, sólo debemos quitar las manos de los oídos y acercarlas a sus habitantes."

Reflexiones nocturnas...


Creo en las piedras viejas, en los cuadros oscuros y en los atardeceres sobre el mar. Creo en las parejas jóvenes besándose, en dos amantes caminando de la mano en una puesta de sol y en otras muchas cosas que jamás revelaré. Creo que las personas pueden cambiar, que no todo el mundo es tan malo como cuenta, que el mundo puede ser un poquito mejor. Creo que viajar puede mejorar y moldear a la persona y aportarle más cultura; por eso, si alguien me pregunta por qué viajo, me encantaría poder responderles que sé que huyo, pero ignoro lo que busco.
Hay momentos en los que quieres respirar, que no te miren, no te pregunten, no te hablen, simplemente estar sentado en el suelo tranquilo y que esta sensación te haga viajar y explorar el centro de tu propio laberinto. La Naturaleza atrae a todos aquellos que se sienten asqueados o que están hartos del hombre y sus creaciones. Ésta no sólo ofrece una escapatoria de la sociedad sino que representa un escenario ideal para aquel individuo romántico que quiera practicar el culto del alma que con frecuencia lo caracteriza.
Tolstoi tenia razón al decir que la única felicidad segura en la vida es la de vivir para los demás; vivir por y para ellos en su propio ambiente. La naturaleza no es el jardín de los hombres, es una esfera repleta de barrizales, vegetación y animales movido por el instinto. Me gusta caminar por él con la cabeza gacha a modo de reverencia.

África me ha enseñado que esta aventura no comienzan el viaje, sino al llegar a casa. Me fascinan cosas que antes apenas percibia. Odio mil cosas más por el mero hecho de que a mí me sobre y a otros les falte tanto. Acostumbrada a la naturaleza, las calles son muy estrechas. Acostumbrada a la compañía de 152 rumberos,la  gente de la ciudad de agobia. Acostumbrada al suelo, la cama me duele. Acostumbrada a pasar hambre, el exceso de comida me produce malestar. En general, después de haber probado el sabor, olor, color y amabilidad de África, me siento vacía. Debo llenar este vacío que han dejado niños, beréberes y sobretodo esas 152 huellas del desierto, esas sonrisas perpetuas, y esas personas que espero nunca olvidar.
Grandiosa expedición me ha traído hasta aquí, mil gracias a Madrid Rumbo al Sur.