COMPLEJOS DE UNA BINOMIAL
Supongo que cuando nos enfrentamos a una ruptura lo primero que
hacemos es buscar culpables. Él, tú, la tercera persona… Y tras largo tiempo te
darás cuenta de que la única culpa que hubo fue la inocencia de haberte
enamorado de él de la forma en la que lo hiciste. En que lo hice… Es difícil de
explicar; llega la primavera, huele a él, a suelo mojado por la lluvia del
abril en que le conociste, a sudor limpio, a precipicio con nombre. Ya no pienso en el sexo de la misma
forma, pues éramos “hacer el amor” y eso ya no se hace, ya no hay más amor. Piénsalo,
yo lo hago, pienso en el amor y me sabe a tarta de hace días, a no peinarse por
las mañanas, a café pasado de agua, a vivir sin importar cómo acabe el
desastre. Desastre; es una pena que si cerráis los ojos como hago yo, no os
escapéis a ese lugar entre mis párpados y el interior y le veáis diciéndome lo
‘desastritos’ que somos en nuestro mundo perfectamente imperfecto.
Un amor tan grande no debería acabar nunca. Me acostumbré a él
como te vicias a tu canción favorita, de repente y repetidamente. Adorar
cada lunar que formaba las constelaciones de su espalda, cada minuto de su
mirada color café, cada gesto en él, esa barba con patas… No sabéis lo que es
ver salir el sol por encima de su hombro, ni habéis visto caer Berlín en los
muros de la pared de su cuarto, ni os habéis quedado atrapados en sus sábanas:
no africanas, pero sí salvajes. Y con el tiempo...con el tiempo te das cuenta de que los Reyes
no son Magos, que no existen calcetines de pie izquierdo (ni del derecho), y que los monstruos no siempre salen de los armarios, algunos andan
sueltos por la calle y van rompiendo el mundo en pedacitos bajo sus pies, o
sobre los corazones de aquellos ingenuos que aún creían que el amor mueve el
mundo.
J
J
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